Tétanos neonatal

Autor: Michel Odent

publicado aquí con el consentimiento y generosidad del autor

Traducción: Imma Sàrries Zgonc

En su Seminario sobre tétanos materno y neonatal Martha Romper (Romper et al, 2007) y sus colegas presentaron el tétanos neonatal como consecuencia de prácticas inseguras del cuidado del cordón umbilical. Más bien debería presentarse como una complicación de una intervención, es decir, un corte temprano del cordón. Si no hay prisa por intervenir, algunas horas después, el cordón está delgado, seco, duro y exanguíneo. Entonces, se puede cortar sin necesidad de prácticas especiales de cuidado del cordón. Se elimina, así, el riesgo de tétanos neonatal.

Debemos tener en cuenta que el corte del cordón es originalmente un ritual inseparable de los mitos (por ejemplo, la creencia generalizada de que el calostro es dañino) que conducen a la separación temprana entre la madre y el recién nacido. Si fuera posible neutralizar los efectos de creencias y rituales tan arraigados, no habría excusa para separar al neonato de la madre. Además de la prevención del tétanos neonatal, uno podría esperar una cascada de resultados secundarios (hematocrito más elevado, adquisición inmediata neonatal de gérmenes de la madre, consumo temprano de calostro, efectos sobre cómo se establece la flora intestinal, etc.).

En un momento en el que la acción global es el lema, uno puede preguntarse cuán rentable sería enseñarle al mundo que cortar el cordón puede esperar muchas horas, que el recién nacido necesita primero los brazos de su madre y puede encontrar el pecho materno durante la hora posterior al nacimiento, y que el calostro es precioso. Nuestro objetivo no es discutir el caso particular de los países ricos donde el tétanos neonatal es casi desconocido y el parto sin medicación es raro.

Declaro que no tengo conflicto de intereses.

Referencias:

Romper, MH., Banderear, JH. and Gasse, FL. (2007) Maternal and neonatal tetanus. Lancet, 370, p. 1947-1959.

Artículo original:

Odent, M. (2008). Neonatal Tetanus. The Lancet, 371 (9610), p. 385-386.  DOI:10.1016/S0140-6736(08)60198-1



Michel Odent

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