El corte del cordón umbilical

Autora: Arianna Bonato

Mientras estudiaba Ginecología y Obstetricia en la Universidad de Padua, un tío materno tuvo la curiosa idea de regalarme un ajado y mustio libro de obstetricia publicado, tras cuatro ediciones, en 1871. El título era “Manuale completo di Ostetricia ad uso delle levatrici”. Se trata de un manual escrito por un médico toscano, Vincenzo Balocchi  que ganó una beca para estudiar obstetricia y patología obstétrica en Paris entre 1841 y 1845. Terminados sus estudios, Vincenzo viajó por Europa para ampliar sus conocimientos visitando varios hospitales. Fue entonces cuando se dio cuenta que a las comadronas (levatrice/i, en italiano) les faltaba un manual de estudio completo y moderno y, regresado a su país, publicó el libro que más de cien años más tarde caería en mis manos. Vincenzo Balocchi escribía para mujeres trabajadoras que atendían partos en las casas, que habían aprendido observando y escuchando matronas más ancianas y expertas, trasmisión que a menudo tenía lugar en el seno de la familia. Las viejas comadronas trasmitían empíricamente sus conocimientos a las hijas, a las sobrinas, a las nueras. Solo las mujeres pobres de solemnidad, las prostitutas, las madres solteras parían en los hospitales en esa época. El mismo Vincenzo  fue contratado como obstetra de guardia en el hospital de Orbetello, Florencia, para atender a las mujeres “pericolate” y “gravide occulte”.

Curioseando entre las viejas páginas de su manual, me sorprende comprobar cuantas cosas han cambiado en obstetricia y cuantas, a la vez, siguen exactamente igual que entonces.

Pocas mujeres hoy en día dan a luz en sus casas, aunque nunca dejaron de hacerlo del todo y existe una demanda creciente de este tipo de atención en los últimos años. Desde los años 80 del siglo pasado, bajo la lógica de la medicina preventiva, la obstetricia ha rediseñado el control del embarazo y el parto, introduciendo tecnología y protocolos en cada uno de sus nuevas sub-especialidades. 

Sin embargo los cuerpos de las madres siguen siento los mismos de  las mujeres atendidas por aquellas comadronas y los bebes no has dejado de ser pequeños humanos en transición, desde un mundo acuático, oscuro, envolvente a un mundo expandido, lleno de estímulos mucho más intensos de lo que pueda soportar su delicada y fina sensorialidad.

¿Qué explicaba mi compañero del siglo XIX sobre los primeros minutos de vida del recién nacido? <<Cuando el niño es vivo y sano, cosa que sabemos por sus gritos y movimientos, el asistente al parto no debe hacer nada más que colocarlo convenientemente entre los muslos de la madre y luego a su lado, con la cara dirigida hacia el fondo de la cama, para protegerle de los líquidos que salen de la vulva. (…) Hay que poner atención a la nariz y a la boca del feto que pueden estar obstruidos por mucosidad o fragmentos de membranas. Por último se procede al corte del cordón>>. Después de enseñar con extrema precisión como ligar y cortar el cordón, el Dr Balocchi explica como levantar el recién nacido. <<Se comprime entre el pulgar y el dedo índice de la mano izquierda la extremidad fetal del cordón cortado  y, pasando los otros dedos por debajo de las nalgas del bebé y la mano derecha bajo la nuca y la cabeza, el bebé es llevado fuera de la cama del sobreparto>>. ¿Hacia dónde? <<El niño se deposita sobre una almohada envuelta en una tela caliente, colocada encima de una mesita al lado de una ventana fácil de abrir, por si fuera necesario. Terminadas las pulsaciones del cordón se hace una ligadura temporal y, una vez realizada la higiene más urgente y examinados con atención los orificios corporales del niño, se procede a la ligadura permanente del cordón>>.

Vincenzo, más adelante, enseña cómo llevar al bebé, bien limpio  y vestido, a la cama. <<Es preferible>>, escribe, <<que el niño tenga una cama para él solo, debido al riesgo de sofocación especialmente cuando duerme con la madre. (…) Sin embargo, dado que el calor materno es para él saludable y beneficioso, es conveniente que ella lo ponga a menudo a su lado>>.

El profesor Balocchi no habla de tiempos, pero  es lícito imaginar que en el escenario de sus enseñanzas, el  tiempo era más distendido de lo que suele pasar en las modernas salas de parto. Calculo que en las casas, en condiciones fisiológicas, el tiempo necesario para recibir el niño, limpiarle la nariz y la boca, colorarlo al lado de la madre y solo entonces cortar el cordón umbilical, superaba con margen el minuto que diferencia el corte  precoz del corte tardío del cordón. 

¿Se preguntó alguna vez Vincenzo que hubiera pasado si en lugar de usar la tijera para  llevar el niño a esa almohada caliente, hubiese usado el calor del pecho de la madre esperándose un poco más a cortar el codón?

En la época en que él vivió, la OMS (Organización Mundial de la Salud) y sus valiosas recomendaciones aún no existían. Todavía Europa no había sido atravesada por las dos Grandes Guerras y la ONU (de donde procede la OMS), organismo internacional fundado  para garantizar la paz y la seguridad internacional como respuesta a aquellas barbaries, aún no había nacido.

Tampoco existía la Medicina Basada en la Evidencia o la Cochrane Library, para explicar que, si se deja latir el cordón al menos un minuto, las reservas de hierro en el niño entre los tres y seis meses de vida aumentarán y que, si se regala unos minutos más de transfusión placentaria a los prematuros, éstos tendrán más oportunidades de sobrevivir.

Nils Bergman en 1871 aún no había nacido y Vicenzo Balocchi no tuvo la oportunidad de encontrarle en su viaje a través Europa, aunque tengo la sensación que habrían coincidido en muchos puntos. Gracias al doctor Bergman hoy sabemos que la temperatura del pecho de la madre sube instantáneamente después del parto, creando allí mismo el hábitat óptimo para su hijo. Está comprobado que fomentar un contacto prolongado entre la mujer y el niño recién nacido se relaciona con una mejor regulación de la temperatura corporal, del ritmo cardiaco, de la respiración y una sincronización de la frecuencia cardiaca del bebé con la madre. Cortar el cordón solo cuando deja de latir o, porque no, aún más tarde, facilita este contacto íntimo tan beneficioso. Contacto que según Michel Odent, otro médico del nacimiento respetado, bajaría la potencialidad de violencia en el ser humano a largo plazo.

Desde hace casi 25 años atiendo partos y he sido testigo de la evolución del discurso alrededor del corte de cordón. Cuando empecé mi carrera de medico obstetra en Padua, todavía mandaba la práctica del corte inmediato. Nunca entendí porqué. Algún viejo profesor me habló del riesgo de una trasfusión feto-placentaria, donde la placenta aspiraría la sangre del niño vaciando su sistema circulatorio. 

Unos años más tarde empezamos a esperar un poco más para cortar el cordón, sin saber exactamente porqué. Quizás se infiltró la sospecha que la teoría de la trasfusión feto-placentaria era más un cuento de terror que una realidad. Finalmente llegaron los estudios que demostraron que no solo no era dañino esperar, sino que a la larga resultaba una elección beneficiosa para el niño. 

Como consecuencia de ellos, se alargó el tiempo de contacto piel con piel entre la madre y el niño y os aseguro que muy pocas veces he tenido que cortar rápidamente un cordón para reanimar un niño en condiciones severas o atender una hemorragia uterina.

Hoy, a casi 150 años de la primera publicación del “Manuale completo di Ostetricia ad uso delle levatrici”, hoy que las mujeres pueden ser ginecólogas y las matronas investigan en las universidades y escriben sus propios libros de texto, en muchos hospitales sigue haciéndose lo mismo que enseñaba el profesor Balocchi.  ¿Porqué?

Sin duda el ser humano es un ser de costumbres. Muchas veces repetimos lo que hemos visto hacer sin saber  qué es lo que mueve nuestros actos, por pura fidelidad a la tradición o por resistencia al cambio.

Durante mi paso por Argentina  un compañero me contó que en un hospital de Rosario,  un equipo de formadores había pasado un año explicando a los obstetras, en reuniones mensuales, la inutilidad de la episiotomía para evitar desgarros mayores y los efectos dañinos de la misma en el suelo pélvico a corto y largo plazo. Durante un año se reunieron cada mes con los equipos de guardia y la tasa de episiotomía bajó en picada. El año siguiente dejaron de ir y poco a poco la tasa de corte del periné volvió a lo mismo. 

Conclusión: la fuerza de la tradición  es superior a la fuerza de la evidencia científica.

Pero hay algo que traspasa el valor biológico y afectivo del intercambio materno-filial a través del cordón umbilical y de los efectos de su interrupción. Es algo que me gustaría subrayar antes de acabar este escrito.

Desde que existe el ser humano, el  gesto de cortar el cordón está impregnado de un valor simbólico muy potente.  En los últimos años la costumbre es de dejar al padre o la pareja o un acompañante (en el caso de una madre soltera) esta tarea: pequeña concesión después de una larga travesía en la cual pudo ser espectador o co-protagonista, según la capacidad del equipo profesional de integrarlo permitiéndole estar presente y activo al lado de su compañera y de su criatura. 

¿Por qué la tijera pasó de la mano de un tercero, a la mano del padre? Aunque parezca una cuestión de amabilidad, no lo es. A excepción de alguna mujer que eligió ser ella la ejecutora, a la mayoría le fascina la idea que sea el padre a hacerlo. Pues, en este gesto el padre encarna, dentro de la triada, el que presenta el mundo al niño y el niño al mundo. Dentro de la simbólica separación, hay la promesa de que el hijo de ambos fue concebido para el mundo y no para ellos.

Cortar el cordón es por lo tanto un gesto de gran importancia desde un punto de vista biológico, afectivo y también simbólico. 

Adelante entonces con la Plataforma Científica para un corte óptimo del cordón umbilical. Bienvenidos a los cortes hechos en el momento más adecuado, ni demasiado pronto ni demasiado tarde. Que sean cortes hecho con amor, y que la regla valga para todos los cordones que estamos llamadas y llamados a cortar a lo largo de la vida, para devenir por fin adultos. 

Arianna Bonato

Médico especialista en ginecología y obstetrícia por la Universidad de Padua. Italia.


Arianna Bonato

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